LA DIFERENCIA ENTRE LA ADMIRACIÓN Y LA IDOLATRÍA: CONSECUENCIAS PARA LA VIDA

2:23 p.m. 0 Comments A + a -


La idolatría es un sentimiento de amor o de admiración excesivo por una persona u objeto. Dejando de lado el significado religioso del término, vinculado con el culto que se le rinde a un ídolo sagrado, sabemos que el sentimiento de idolatría es irracional. A menudo las personas dicen amar a su artista o deportista favorito. Algunas incluso le hacen llegar obsequios con notas personales, o pasan horas esperándolo para obtener de él una firma, una foto compartida, o un efímero contacto físico.

¿Es posible amar a alguien que no se conoce? Seguramente muchos pensarán que sí, y argumentarán que cuando una jovencita sigue al galán de su novela preferida durante meses, logra conocerlo (aunque nunca lo haya visto en su vida). Esta es una verdad a medias. Es cierto que puede saber acerca de él en su papel actoral; pero no lo conoce como persona. Es fácil idealizar a alguien cuando sólo lo vemos encarnar una ficción a través de la pantalla. Sin embargo, sabemos que los ídolos son individuos de carne y hueso, imperfectos como cualquier ser humano. Por eso nos decepcionan cuando en la vida real (no en la ficción que representan) engañan a su pareja, se involucran en negocios ilegales, insultan a un periodista, no pagan sus impuestos, etc.

La idolatría involucra, a mi juicio, dos aspectos negativos. El primero tiene relación con la esencia de ese sentimiento: creer que el otro es un ídolo, es decir, alguien perfecto, cuya condición amerita un amor que no necesita reciprocidad ("lo amo aunque él no sepa quién soy"). La idolatría convierte a las personas en símbolos, alejándonos de quienes en verdad son. Y es precisamente el desconocimiento de la otra persona lo que la vuelve perfecta, y promueve un amor ilusorio, basado en un personaje a idolatrar y no en el ser humano que lo encarna.
El segundo aspecto negativo vinculado con la idolatría es que el ídolo está por encima de quienes lo adoran (como sucede también en la acepción religiosa del término); por lo tanto, es normal no tener acceso a su vida privada. Son las reglas del juego, y el fanático adorador las acepta (puesto que no puede cambiarlas, y de este modo se asegura de que su ídolo nunca deje de ser alguien superior y perfecto).

Hasta aquí podemos ver que, más allá de la excitación propia del fanático por su ídolo, profesar la idolatría no nos beneficia en absoluto. El autógrafo de un ídolo puede representar para una persona un bien valioso. Sin embargo, no mejorará su curriculum ni le brindará conocimientos que le permitan lograr determinadas metas en la vida.

Como ya he señalado, la adoración es una admiración excesiva. Sin embargo, existe un grado mesurado de admiración en el cual ese sentimiento no es ilusorio sino real, e involucra una valoración de las cualidades de la otra persona. Admirar a alguien implica pensar que nos gustaría hacer ciertas actividades del modo en que esa persona las hace. La admiración es mucho más subjetiva que la adoración; supone la valoración de cualidades que para nosotros son relevantes, pero para otro pueden parecer insustanciales. Implica también comprender que alguien puede ser digno de admiración sólo en cierto dominio o contexto, y no en otros aspectos de su vida: un conductor de televisión puede hacer su trabajo de un modo impecable, pero puede ser un desastre en su vida familiar. Si lo admiramos como periodista, no pretenderemos que haga a la perfección todo lo demás. El ídolo, en cambio, despierta un sentimiento de adoración generalizada, que no distingue ciertos aspectos de su vida de otros.

En la idolatría es imposible aprender del ídolo, puesto que todo aprendizaje verdadero implica un contacto con la persona de la cual se aprende (y el ídolo es, por definición, alguien inalcanzable). La admiración, en cambio, involucra ese aspecto relevante de la conducta humana llamado aprendizaje. Cuando admiramos a alguien, podemos aprender de esa persona. Esta posibilidad marca otra diferencia con la idolatría: si aprendemos lo suficiente, quizá mañana logremos estar en una categoría similar a la de la persona a la cual admiramos; o tal vez logremos convertirnos en su discípulo. Pero para esto es necesario un contacto personal que en la idolatría está vedado, o sólo existe como medio para reforzar la diferencia entre el adorador y el adorado.

Cuando alguien idolatra a una persona, las preguntas hechas al ídolo sólo pueden fortalecer su valor, y colocarlo un peldaño más arriba. En el terreno de la admiración, en cambio, tienen lugar las preguntas que, como acabo de señalar, nos conectan con el aprendizaje: ¿qué debió aprender usted para lograr tal meta? ¿Qué cambio hizo para dejar de ser un empleado poco valorado y convertirse en empresario? ¿Cuáles fueron las dificultes que atravesó y de qué modo las superó?

Todos tenemos temores, barreras mentales, momentos de sufrimiento e incertidumbres. Admiramos a aquellas personas que han logrado sobreponerse a estas dificultades, y han conseguido ciertas metas. A los ídolos, en cambio, los amamos de un modo irracional, pues pensamos que en ellos esas carencias e imperfecciones no existen (y si existieron, ya fueron superadas para siempre). La verdad es que en todo ser humano aún yacen debilidades y limitaciones; es sólo que en el caso del ídolo nunca podremos conocerlas, ni aprender de ellas.
Jorge Guasp
Autor de los libros ¿Dónde está mi Felicidad?, El Huemul y Sabiduría Natural
www.facebook.com/jorge.guasp.escritor
www.coaching-vida.com



Fuente: LA DIFERENCIA ENTRE LA ADMIRACIÓN Y LA IDOLATRÍA: CONSECUENCIAS PARA LA VIDA.